lunes, 1 de noviembre de 2010
¡El título por fin llega a San Francisco!
Edgar Rentería sentenció otra Serie Mundial con un batazo enorme, esta vez un jonrón de tres carreras en la séptima entrada que le dio a los Gigantes su primer campeonato desde que en 1958 se mudaron a San Francisco.
El jonrón del campocorto colombiano por el jardín central y derecho estableció la diferencia en la victoria 3-1 sobre los Rangers de Texas el lunes, en un vibrante duelo de lanzadores entre Tim Lincecum y Cliff Lee. Lincecum derrotó por segunda vez en la serie a Lee.
Brian Wilson ponchó a Nelson Cruz para sacar el último out.
San Francisco liquidó la serie 4-1 en el corazón de Texas, sin necesidad de llevar de vuelta el Clásico de Otoño al norte de California.
Rentería fue proclamado como el Jugador Más Valioso tras batear para .412 con dos jonrones y seis impulsadas en los cinco partidos.
Como franquicia, los Gigantes no se consagraban desde que en 1954 superaron a Cleveland. Entonces, Willie Mays y compañía tenían su feudo en el Polo Grounds de Nueva York.
Lo que luminarias como Barry Bonds, Juan Marichal, Orlando Cepeda y Felipe Alou no pudieron conseguir con el uniforme de los Gigantes, fue conseguido en 2010 por un reparto diverso de protagonistas.
Su receta fue el pitcheo dominante de una rotación de abridores que fue formada por ellos, con Lincecum, Matt Cain, Jonathan Sánchez y Madison Bumgarner.Bajo la dirección de un manager Bruce Bochy que en el curso de la postemporada casi siempre atinó con sus cambios, San Francisco emergió campeón con gente inesperada como el rejuvenecido Rentería, quien hace apenas un mes estaba a maltraer por las lesiones.
Además, Cody Ross llegó al equipo en agosto tras ser dejado en libertad por Florida y acabó con una cosecha de cinco jonrones en la postemporada. La irrupción del catcher novato Buster Posey a fines de mayo hizo despertar al equipo que casi toda la campaña estuvo persiguiendo a San Diego en su división. El puertorriqueño Andrés Torres apareció de la nada para ser la bujía como primer bate y el jardinero central. ¿Y qué decir del oportuno bateo del infielder dominicano Juan Uribe?
Lincecum y Lee respondieron al clamor por un duelo de pitcheo y lo que ofrecieron fue un verdadero recital. Fenomenal: ningún corredor logró llegar a la segunda base en los primeros seis innings.
Pero el zurdo Lee fue el primero que parpadeó, tal vez al perder fuerzas.
Ross y Uribe abrieron el séptimo con sencillos consecutivos al central. Un toque de sacrificio de Aubrey Huff les permitió avanzar. Lee logró ponchar a Pat Burrell, cuando el designado de los Gigantes abanicó la brisa en cuenta de 3-2.
Acto seguido, Rentería vino a batear y compró una recta en dos bolas sin strikes, mandando la pelota una distancia de 397 pies. Lee reaccionó dandole un puñetazo a su guante, mientras que Ross desde la antesala levantaba los brazos en celebración.
Hermético de principio a fin con su recta y slider, Lincecum diseminó tres hits, recetó 10 ponches y dio dos boletos en ocho entradas. Su única mancha fue el jonrón solitario del dominicano Cruz en la baja del séptimo. Sólo concedió dos boletos.
Lee tuvo el infortunio de cargar con la derrota, víctima del jonrón de Rentería. Toleró tres carreras, seis hits. Ponchó a seis y no dio boletos.
Esta fue la tercera Serie Mundial de Rentería y tiene un secreto para ser figura. En las dos anteriores fue el último al bate, en una ocasión de alegría eufórica y en la otra triste.
En 1997, cuando tenía 21 años y cumplía su segunda temporada en las mayores, Rentería conectó un sencillo por el medio del diamante con dos outs en la parte baja del undécimo innning del séptimo juego. El imparable remolcó a Craig Counsell y sus Marlins de la Florida vencieron a los Indios de Cleveland.
Siete años después, Rentería fue a otro clásico con los Cardenales de San Luis. Su roleta al pitcher fue el último out y los Medias Rojas de Boston completaron una barrida para conquistar su primer campeonato en 86 años.
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